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CAPÍTULO IX.

el fuego, y en el agua, a fin de acabar con el; pero si puedes algo, socórrenos, compadecido de nosotros.

22 A lo que Jesus le dijo: Si tú puedes creer, todo es posible para el que cree.

23 Y luego el padre del muchacho, bañado en lágrimas, exclamó diciendo: ¡Oh Señor! Yo creo; ayuda tú mi incredulidad (fortalece mi confianza).

24 Viendo Jesus el tropel de gente que iba acudiendo, amenazó al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando, sal de este mozo, y no vuelvas mas á entrar en él.

25 Y dando un gran grito, y atormentando horriblemente al jóven, salió de él, dejándole como muerto, de suerte que muchos decian: Está muerto.

26 Pero Jesus cogiéndole de la mano, le ayudó a alzarse, y se levantó.

27 Entrado que hubo el Señor en la casa donde moraba, sus discípulos le preguntaban á solas: ¿Por qué motivo nosotros no le hemos podido lanzar?

28 Respondióles: Esta raza de demonios por ningun medio puede salir, sino á fuerza de oracion y de ayuno.

29 Y habiendo marchado de allí, atravesaron la Galilea; y no queria darse á conocer á nadie.

30 Entre tanto iba instruyendo á sus discípulos, y les decia: El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, y le darán la muerte, y despues de muerto resucitará al tercer dia.

31 Ellos empero no comprendian cómo podia ser esto que les decia, ni se atrevian á preguntárselo.