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CAPÍTULO XXI.

31 Mientras estaban tratando de matarle, fue avisado el tribuno de la cohorte, de que toda Jerusalem estaba alborotada.

32 Al punto marchó con los soldados y centuriones, y corrió á donde estaban. Ellos al ver al tribuno y la tropa, cesaron de maltratar á Pablo.

33 Entónces llegando el tribuno le prendió, y mandóle asegurar con dos cadenas [1]; y preguntaba quién era, y qué habia hecho.

34 Mas en aquel tropel de gente quién gritaba una cosa, y quién otra. Y no pudiendo averiguar lo cierto á causa del alboroto, mandó que lo condujesen á una fortaleza [2].

35 Al llegar á las gradas, fue preciso que los soldados le llevasen en peso á causa de la violencia del pueblo.

36 Porque le seguia el gentío, gritando: Que muera.

37 Estando ya Pablo para entrar en la fortaleza, dijo al tribuno: ¿No podré hablarte dos palabras? A lo cual respondió el tribuno: ¿Qué, sabes tú hablar en griego?

38 ¿Pues no eres tú el egypcio que los dias pasados


    lable. Pero como san Pablo, segun ellos, era blasfemo, creyeron que no debía gozar de él.

  1. Antes v. 11. y cap. XII. v. 6.
  2. O torre llamada Antonia, contigua al Templo, donde estaban las tropas que guarnecian á Jerusalem. Joseph. De bello jud. VI. c. 6.