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CAPÍTULO VII.

de conocer el pecado, sino por medio de la Ley: de suerte que yo no hubiera advertido la concupiscencia mia [1], si la Ley no dijera: No codiciarás [2].

8 Mas el pecado, ó el deseo de este, estimulado con ocasion del mandamiento que lo prohibe, produjo en mí toda suerte de malos deseos. Porque sin la Ley el pecado de la codicia estaba como muerto [3].

9 Yo tambien vivia en algun tiempo sin Ley, dirá otro. Mas así que sobrevino el mandamiento, revivió el pecado,

10 y yo quedé muerto. Con lo que aquel mandamiento, que debia servir para darme la vida, ha servido para darme la muerte.

11 Porque el pecado, tomando ocasion del mandamiento [4], me sedujo, y así por la violacion de el mismo mandamiento me ha dado la muerte.

12 De manera que la Ley es santa, y el mandamiento que prohibe el pecado, santo, justo y bueno.

13 ¿Pero qué, lo que es en sí bueno, me ha causado á mi la muerte? Nada ménos. Sino que el pecado


  1. O que fuesen pecado los malos deseos.
  2. La voz griega ἐπιθυμήσεις que usó el Apóstol, y en la Vulgata se traduce concupisces, la expresamos con el verbo codieiarás, el cual por su generalidad corresponde exactamente á los dos verbos griego y latino, aunque es verdad que vulgarmente codiciar y codicioso se aplican mas al que desea el dinero ó frutos, etc., que los placeres de la carne. San Pablo habla de todo género de ilícitos deseos.
  3. Y nadie hacia escrúpulo de cometerle.
  4. O avivándose con la misma prohibicion.