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CAPÍTULO IX.
Que los verdaderos israelitas, y los hijos verdaderos de Abraham son los que, llamados de Dios gratúita y misericordiosamente, se rinden á la fé de Jesu-Christo.

1 Jesu-Christo me es testigo de que os digo la verdad, y mi conciencia da testimonio en presencia del Espíritu santo, de que no miento,

2 al aseguraros que estoy poseido de una profunda tristeza, y de contínuo dolor en mi corazon,

3 hasta desear yo mismo el ser apartado de Christo [1] por la salud de mis hermanos, que son mis deudos segun la carne,

4 los cuales son los israelitas, de quienes es la adopcion de hijos de Dios, y la gloria, y la alianza, y la legislacion, y el culto, y las promesas;

5 cuyos padres son los Patriarcas, y de quienes desciende el mismo Jesu-Christo segun la carne, el cual es Dios bendito sobre todas las cosas por siempre jamas. Amen.

6 Pero no por eso la palabra de Dios deja de tener su efecto. Porque no todos los descendientes de Israel son verdaderos israelitas;

7 ni todos los que son del linage de Abraham, son por eso hijos suyos y herederos: pues por Isaac (y no


  1. O quedar separado de su Iglesia, y como excomulgado. Véase Anathema, Hebraísmos.