mejor fama y prefiriéndose por este motivo á ellos, los enojasen y provocasen su ira contra sí. A esta misma conveniencia se reduce la razón por qué á los autores y representantes escénicos de estas fábulas los tenían por beneméritos de las honras y cargos más importantes de la ciudad; pues como se refiere en el insinuado libro de República, Esquines, ateniense, varón elocuentísimo, después de haber representado tragedias en su juventud, entró en el gobierno de la República; y Aristodemo, autor también trágico, fué enviado en varias ocasiones por los atenienses en calidad de su embajador al rey Filipo de Macedonia, sobre negocios gravísimos de paz y de guerra. Estos honoríficos encargos los conferían los atenienses á semejantes sujetos, persuadidos de que no era razón tener por infames á los mismos que representaban los juegos escénicos, de los cuales observaban que gustaban sus dioses.
CAPÍTULO XI
Esta política, aunque torpe, la seguían los griegos por ser muy conforme al placer de sus dioses, sin atreverse á eximir la vida y costumbres de sus ciudadanos de las mordaces lenguas de los poetas y farsantes, observando estaba sujeta á sus dicterios y reprensión la de los dioses. Fundados en estos principios, creyeron que no solamente no debían despreciar á los hombres que representaban en el teatro estas impiedades, de que se agradaban sus dioses, á quienes adoraban; antag