no habéis podido emprender acción alguna heroica. » Entonces, estando exhausto igualmente el erario público para pagar el sueldo del ejército, vinieron las haciendas de los particulares á servir al beneficio común en tanto grado, que, dando todos los ciudadanos cuanto poseían, el mismo Senado no se reservó alhaja alguna de oro, á excepción de varios anillos y joyeles, insignias miserables de su dignidad, y así toda la gente de los demás órdenes y tribus de menor representación y facultades más estrechas practicaron lo mismo. ¿Quién pudiera tolerar á éstos ai en nuestros tiempos vinieran á esta necesidad, apenas pudiéndolos sufrir ahora, cuando por un excusado é inútil deleite dan más á los có micos que entonces dieron á las legiones por el servicio de salvar la república de un peligro inminente é inevitable?
CAPÍTULO XX
Pero entre todas las calamidades que sucedieron en la segunda guerra Púnica, ninguna hubo más lastimosa ni más digna de compasión y justa queja. Porque esta ciudad de España, por ser amiga y confederada del pueblo romano, y por observar constantemente su amistad, fue destruída, y de esta conquista (quebrantando la paz con los romanos), tomó ocasión Aníbal para irritarlos y obligarlos á la guerra. Cercó, pues, con máquinas y ardides & Sagunto, lo cual, sabido en Roma, enviaron sus embajadores á Aníbal para que levantase el sitio,