Página:La ciudad de Dios - Tomo I.pdf/319

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
301
La ciudad de Dios

César y Catón, parece que la virtad de Catón se aproximó más á la verdad que la de César; por lo cual, en sentir del mismo Catón, veamos qué tal fué la ciudad en su tiempo, y qué tal lo fué antes. «No penséis, dice, que nuestros antepasados acrecentaron la república, y de pequeña la hicieran grande por las armas; que si así fuera, sin comparación la poseyéramos nosotros mucho más hermosa y florida, porque tenemos muchos más aliados y ciudadanos y muchas más armas y caballos; pero otras causas fueron las que á ellos los hicieron grandes, que son las que nos faltan á nosotros. La industria en casa, y fuera la justicia en el gobierno, el ánimo libre en dar en el Senado su parecer, ajeno de toda pasión; en lugar de estas apreciables cualidades tenemos nosotros la lujuria y la avaricia, somos en común pobres y en particular ricos, alabamos las riquezas y seguimos la negligencia y flojedad; entre los buenos y los malos no hay diferencia; de todos los premios debidos á la virtud está apoderada la ambición, y no es maravilla, supuesto que cada uno de vosotros de por sí mira por su particular individuo; en casa se entrega á sus gustos y deleites, y aquí pretendéis el dinero y el favor. De estos princípios nace que, estando la república pobre y exhausta de facultades, se le atrevan y le acometan.» Quien oyere atentamente estas palabras de Catón ó de Salustio, imaginará que elogia de un mismo modo á los antiguos romanos, que en aquel tiempo ó todos ó los más fueron tales, y no es así, porque de esta manera no sería cierto lo que él mismo escribe, que es lo que yo referí en el libro II de esta obra, donde dice: «Que dentro de su misma ciudad hubo vejaciones y agravios causados por los poderosos y por ellos, división entre el pueblo y los padres, y otras discordias nacidas allá de muy atrás, y que no se vivió con equidad y modestia; pero que durante la época en que fueron