hombres. Resta, por último, sepamos que no escribió sobre naturaleza alguna de los dioses, lo cual no lo quiso hacer claramente y al descubierto; antes, sí, lo dejó á la consideración de los que lo entienden: pues, cuando se dice no toda, comúnmente se entiende alguna; pero puede entenderse asimismo ninguna, porque la que es ninguna, ni es toda ni es alguna: en atención á que, como él dice: «Si escribiera de toda la naturaleza de los dioses, en el orden de la escritura debiera preferirla á las cosas humanas»; y conforme dice á vocea tales absurdos, la verdad pura y sencilla, aunque él la oculta, debiera anteponerla por lo menos á las glorias romanas, cuando no fuera toda, á lo menos alguna: es así que con razón se pospone, luego es ninguna: de que se infiere que no quiso preferir las cosas humanas á las divinas, antes por el contrario, á las verdaderas no quiso anteponer las falsas; pues en cuanto escribió acerca de las cosas humanas siguió la historia según el orden de los sucesos y acaecimientos; mas en lo que llama cosas dívinas, ¿qué autoridad siguió sino opiniones mal digeridas, sueños fantásticos y preocupaciones? Esto es, en efecto lo que quiso con tanta sutileza dar á entender, no sólo escribiendo últimamente de éstas y no de aquéllas, sino también dando la razón por qué lo hizo así; la cual si omitiera, acaso esto mismo que hizo lo defendieran otros de diversa manera; pero en la misma causal que dió no dejó lugar á los otros para sospechar lo que quisiesen á su albedrío. Con pruebas bien concluyentes y con razones harto claras dió á entender que prefirió á los hombres á los institutos humanos, y no la naturaleza humana á la naturaleza de los dioses: y por eso confieso ingenuameute que Varrón escribió los libros pertenecientes á las cosas divinas, no según el idioma de la verdad que concierne á la naturaleza, sino según la falsedad que toca al error: lo cual repro-