palmente les agrada), no en los cuerpos, sino en las costumbres, el cual cegó con tan obscuras tinieblas los ánimos de los miserables y los estragó con tan reiteradas torpezas, que aun al presente (que será quizá increíble si viniere á noticia de nuestros descendientes), después de destruída Roma, los que estaban infectados de este morbo contagioso y huyendo de él pudieron llegar á Cartago, cada día concurren á porfía á los teatros por el ansia y desatino de ver estos juegos.
CAPÍTULO XXXIII
ba en su interior que las prosperidades fácilmente estragarían vuestros corazones, y cuando quería que no vivieseis seguros del terror de vuestros enemigos, porque no tenía aquel celebrado héroe por feliz la Repúbli ca que tenía los muros en pie y las costumbres por el suelo. Mas en vosotros más pudo la ingeniosa astucia