CAPÍTULO XIV
Pero acerca de si siendo el hombre mortal puede también ser bienaventurado, hay grande y reñida cuestión entre los sabios: pues ha habido algunos que examinaron con más humildad su condición, y dijeron que el hombre no podía ser capaz de la bienaventuranza, mientras que existía en la vida mortal: otros se engrandecieron á sí mismos, atreviéndose á proferir que los mortales, siendo sabios, podían ser bienaventurados. Si esto es cierto, ¿por qué no colocaron á éstos por medios ó medianeros entre los míseros mortales y los inmortales bienventurados, supuesto que tenían la bienaventuranza con los inmortales bienaventurados, y la mortalidad con los infelices mortales? Y si verdaderamente son bienaventurados, á ninguno deben tener envidia, porque ¿hay cosa más miserable que la envidia? Por lo cual deben favorecer y auxiliar en cuanto pudieren á los miserables mortales para que consigan la bienaventuranza, y después de la muerte puedan ser ellos también inmortales, y agregarse á la amable compañía de los ángeles inmortales y bienaventurados.
CAPÍTULO XV
Y si, lo que es más creíble y probable, que todos los hombres mientras que son mortales es indefectible que