te conozca». Así que, conviniendo, según los inescrutables decretos del Altísimo, que la ley de Dios se diese y publicase (poniendo terror y espanto con truenos, relámpagos y con el sonido penetrante de la trompeta del ángel), no á una persona sola, ó ciertos hombres sabios, sino a toda una nación y pueblo inmenso, á cuya presencia se vieron obrar estupendas maravillas en el monte donde se daba la ley por uno solo, estando presente toda aquella innumerable multitud á los ruidosos y tremendos estruendos que se oían, el pueblo de Israel no creyó á Moisés, como creyeron los lacedemonios al legislador Licurgo cuando les dijo que había recibido de Júpiter ó de Apolo las leyes que él habia formado para sí solo: porque cuando se dió la ley al pueblo la cual se estableció y mandó que reverenciasen y adoresen á un solo Dios, á vista del mismo pueblo apareció en cuanto fué necesario la majestad y providencia divina con maravillosas señales y movimientos, para promulgar la misma ley que nos enseña cómo ha de servir la criatura á su Criador.
CAPÍTULO XIV
Del mismo modo que van fomentándose y aprovechando las buenas y saludables instrucciones y documentos de un hombre virtuoso, así las del linaje humano, por lo respectivo al pueblo de Dios, fueron creciendo por los determinados períodos y transcurso de los