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San Agustín

$ 148 SAN AGUSTÍN plo para demostrarlo, pero no debe parecer increible que los órganos de la generación hubiesen sido sometidos á la voluntad, como lo están tantos otros. Movemos los pies y las manos cuando queremos sin ninguna oposición de su parte, para hacer con ellos lo que deseamos con tanta facilidad como por experiencia vemos en nosotros mismos y en los demás, principalmente en los trabajadores de obras corporales, cuando, para suplir la debilidad de la naturaleza, acuden á recursos de la industria; ¿porque pues, no hemos de creer que para la obra de la generación de los hijos, sin el apetito torpe, que fué el castigo de la inobediencia, no pudiera el hombre servirse de aquellos órganos, como de los demás miembros, á su albedrío? ¿Por ventura Cicerón en los libros de República, hablando de la diferencia de los imperios y presentando una comparación á este propósito, tomada de la naturaleza del hombre, no dijo que á los miembros del cuerpo se les manda como á hijos por la facilidad con que obedecen, pero que las viciosas partes del ánimo se reprimen, como esclavos, con imperio más áspero? En efecto; según el orden natural de las cosas, el espíritu aventaja al cuerpo, y, sin embargo, más fácilmente manda al cuerpo que en sí propio.

Este torpe apetito de que ahora tratamos es tanto más vergonzoso, cuanto que ni deja completa libertad al espíritu para librarse de él, ni le permite dominar al cuerpo para que los órganos genitales dependan más de la voluntad que del apetito carnal. Si así fuera, no serían estos órganos vergonzosos, porque lo que avergüenza al espíritu es la resistencia del cuerpo, que por su naturaleza inferior le está sujeto. Ciertamente la resistencia que el espíritu encuentra en otras pasiones es menos vergonzosa, porque depende de él mismo, siendo él solo vencedor ó vencido; lo cual no impide ser contrario al orden y vicioso que lo que debe estar sometido