fe, que la muerte que, según es notorio, es contraria á la vida, se viniese á hacer instrumento por el cual se pudiese pasar á la vida.
CAPÍTULO V
Porque el apóstol, queriendo demostrar cuán poderoso era el pecado para causar males cuando falta la ayuda de la gracia, no dudó llamar á la misma ley que prohibe el pecado, virtud del pecado (1): «el aguijón, dice, ó el arma con que mata la muerte es el pecado, y la ley es la virtud, potencia ó estímulo del pecado», y con mucha verdad ciertamente; porque la prohibición acrecienta el deseo de la operación ilícita cuando no amamos la justicia; de modo que con el gusto y deleite de ella venzamos el apetito de pecar, y para que amemos y nos deleite la verdadera justicia, no nos ayuda y alienta sino la divina gracia; pero porque no tuviésemos por mala á la ley, porque la llama virtud del pecado, por eso él mismo, tratando en otro lugar de esta cuestión, dice de esta manera (2): «la ley sin duda es aanta, y los mandamientos santos, justos y buenos; luego lo que es bueno, me ha causado por sí (1) San Pablo, I. ep. á los corintios, cap. XV. Acculeus mortie est paccatum; virtus autem peccati, lex.
(2) San Pablo, ep. á los romanos, cap. VII. Lex quidem sancta, et mandatum sanctum et justum et bonum: ¿Quod erga bonum est, mihi factum est mora? abait. Sed peccatum, ut appareat peccatum, per bonum mihi, operatum est mortem, ut fat supra modum peccator aut peccatum per mandatum.