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San Agustín

CAPÍTULO VII

De la división del reino de Israel, con que se figura la división perpetua que hay entre el espiritual Israel y el Israel carnal.


Reincidió Saúl en el pecado de inobediencia, y volvió á decirle Samuel de parte del Señor (1): «Porque despreciaste la palabra del Señor, te menospreció el Señor para que no seas rey de Israelo. Y en otra ocasión, confesando Saúl este mismo pecado, pidiendo perdón por él, y rogando á Samuel que volviese á su lado para aplacar á Dios (2): «no volveré, dice, contigo; pues porque despreciaste el mandato del Señor, te ha desechado á ti el Señor para que no reines sobre Israel: y volviendo Samuel el rostro para marcharse, le asió Saúl de la punta del manto, y se lo rompió, y díjole Samuel: Hoy ha roto y quitado el Señor el reino de Israel de tu mano, y le dará a tu prójimo, que es mejor que tú, y se dividirá Israel en dos, y no volverá atrás el Señor, ni se arrepentirá de lo determinado, porque no es como los hombres, que se arrepienten y que amenazan y no perseveran». Este, á quien dice, que le ha de despreciar el Señor, para que no sea rey sobre Israel, y que ha quitado de su mano el reino de Israel, reinó cuarenta años, es á saber, otro tanto como el mismo David, y cuando le amenazaban con este infortunio, comenzaba á reinar. Pero la amenaza significa que no había de venir á reinar ninguno de aus descendientes, y para que entendamos y miremos á la descendencia de David, de la cual vino á nacer, según la carne, el media(1) Lib. I., Reg., cap. XV.

(2) Lib. I., Reg.. cap. XV.