graron mi alma tus consuelos». El dolor que sufren los corazones de los buenos, á quienes persigue la mala vida y reprobadas costumbres de los cristianos malos ó falsos, aprovecha á los que le padecen, porque procede de la caridad, por la cual desean que no se pierdan ni impidan la salvación de los otros. Finalmente, también de la enmienda y corrección de los malos suceden grandes consuelos, los cuales llenan de tanta alegría los animos de los buenos cuanto era el dolor que ya les había causado su perdición. Y así en este siglo, en estos días malos, y no sólo desde el tiempo de la presencia corporal de Cristo y de sus apóstoles, sino desde el mismo Abel, que fué el primer justo, á quien mató su impío hermano, y en lo sucesivo hasta el fin de este mundo, entre las persecuciones de la tierra y entre los consuelos de Dios, discurre peregrinando su Iglesia.
SAN AGUSTIN
CAPÍTULO LII
Y por lo mismo, tampoco me parece debe afirmarse ó creerse temerariamente lo que algunos han opinado ú opinan de que no ha de padecer la Iglesia más pergecuciones hasta que venga el Antecristo, que las que ya ha padecido, esto es, diez; de forma que, la undécima, que será la última, sea por causa de la venida del Antecristo; pues cuentan por la primera la que motivó Nerón, la segunda Domiciano, la tercera Trajano, la cuarta Antonino, la quinta Severo, la sexta Maximino, la