que en los mismos libros, depositarios de las mas venerables verdades, se contienen todos, así los que se obraron como aquel por cuya fe y confirmación se hicieron.
Estos para dar fe y testimonio se divulgaron con la fe y testimonio auténtico que dieron y con mucha mayor claridad se promulgaron, porque se leen en presencia de todo el pueblo para que se crean y no se leyeran al pueblo si no se les diera fe y crédito. También al presente se hacen milagros en su nombre; ya sea por medio de sus Sacramentos, ya por las oraciones ó memorias de sus santos; aunque no son tan claros ni ilustres y famosos ni se divulguen con tanta gloria como aquellos; porque el Canon de la Sagrada Escritura, el cual convino que se promulgase, hace que se lean aquellos por todo el mundo y que queden fijos en la memoria de todo el pueblo; pero éstos, donde quiera que sucedan, apenas se saben en toda la ciudad ó por alguno de los que están en el lugar, porque la mayor parte aun allí lo saben poquísimos, ignorándolos los demás, principalmente si es grande la ciudad. Y cuando son referidos en otras partes y á otros, no llevan consigo tanta autoridad que sin dificultad ó sin poner duda se crean, aunque los refieran y den noticia exacta de ellos los mismos fieles á los fiéles cristianos.
El milagro que sucedió en Milán, estando yo allí, cuando recobró la vista un ciego, pudo llegar á noticia de muchos, porque la ciudad es populosa y dilatada y se hallaba entonces allí el Emperador, sucediendo el prodigio en presencia de una multitud inmensa de pueblo que concurrió á visitar los cuerpos de los bienaventurados mártires Protasio y Gervasio; los cuales, habiendo estado ocultos sin saberse su paradero, se hallaron por revelación en sueños al obispo San Ambrosio, donde aquel ciego, despojándose de sus tinieblas, vió el día.