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RIOS ANDINOS Y DE LA PAMPA CENTRAL

otro algarrobo, cuya monstruosa altura sorprende. Me fijé también que en aquella parte donde el rio se presentaba angosto, como de 15 á 20 varas de ancho el agua era turbia pero buena; y donde se estendia mucho, era clara, azulada y desabrida. Yo seguia costeándolo ya atravesando espaciosos carrizales, que me cubrian con su altura, y que en tiempos de lluvia hablan sido inmensos bañados y grandes totorales, recien asomando sus primeros retoños, por haber sido arrasado por la vorazidad de las llamas de alguna quemazon (Culan).

« De cuando en cuando me acercaba al rio para ver si el agua era buena y hasta allí la encontré salada. El rio mas salado, aun tanto que por solo haber probado el agua se me grietaron los labios hasta verter sangre. Con esto creció mi desconsuelo. La sed hacia progresos lo que me ofrecía serios temores; ya mi garganta silvaba! En este supremo apuro se me aumentaba el desaliento, viendo una playa tan inmensa que parecía una lápida de mármol blanco. Era una salina cuyo suelo ofrecia á la vista un guadal[1] de harina. Cuando el sol estuvo para entrarse sentí los efectos de una sed espaniosa. Los caballos ya no sudaban y el calor habia disminuido muy muy poco su fuerza. Me acerqué de nuevo al rio, siempre muy cerca y á mi costado izquierdo. El rio en esa parte era encajonado y profundo, con muy poca agua, y esta amarillenta. Dejé á mis caballlos en la orilla y me descolgué tomándome de las ramas de los arbustos. Llegué al fondo y como el estado de sequía en que me hallaba no permitía andar con ceremonia, estendí las dos manos juntas para alzar agua hasta la boca. Tomé sin sentir su gusto; pero al pasar por la garganta me vino una arcada: ¡tan amarga era!»

  1. Terreno blando, patanoso, en que se hunde el caballo, muy común en la pampa