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LA GUERRA GAUCHA

Preferíanlo por exacto en el cumplimiento de las órdenes: pues á tanto llegaba su estrictez que la más mínima omisión exponía con él á serios equívocos. Referíase un incidente á propósito:

Al estallar la guerra, merodeaba como cabo de una partida. Cierta vez el jefe partió, encargándole para el día siguiente la ejecución de un reo. Quedaron con él tres hombres, uno de los cuales, que era amigo del condenado, abogaba en su favor. La fuga parecía imposible, pues el cabo vigilaba en persona; las súplicas volvíanse inútiles con aquel viejo que se incrustaba como en cal y canto en la consigna. Era necesario, entonces, sacar partida de aquella misma rectitud.

El soldado pidió conferenciar con su jefe á solas, para consultar un asunto de conciencia.

—No bien amaneciera ajusticiarían al prójimo ése; era claro. Pero aquí empezaba la dificultad. El jefe había ordenado bien claramente fusilarlo, lo cual significaba ejecución a fusil. Y cómo lo iban á efectuar, si no tenían más que tercerolas?...

El cabo miró vagamente por sobre los árboles, estiró el labio inferior, rascando al mismo tiempo su cigarro con el meñique. Su perplejidad fingida, tradújose durante un rato en apagadizos pestañeos. ¿A que lo fusilaba ahí mismo para que no fuesen camanduleros y se burlaran así?...