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VIVAC

lo siguiera, repitió su trajín. Huchearon contra él á los otros perros, mas sin éxito. Entonces los mozos más guapos decidiéronse á seguirlo.

Cerca de allí quedaban unas taperas, vestigios de poblaciones que ya aun sus nombres no subsistían; y para allá se encaminaron, pero lo que pasó se ignoraba; pues cuando al rayar el día acudieron por los tales, uno sobre las piedras, otro entre las espinas, amortecidos por el insulto los hallaron. Y les quedó desde entonces un ronquido como de bestia.

¿Fué la Pacha Mama, fue el espíritu del difunto ó el diablo mismo aquello que los amedrentó?...

Apenas pudo averiguarse que uno de ellos, atrepellando al perro-fantasma, sólo asió una especie de tul evanescente, pronto evaporado entre sus dedos. La viuda malparió esa noche; y desde la misma, el animal asustó por aquellos andurriales. Temerle era lo peor, pues se empecinaba; de no, al primer latigazo que sonaba sobre su bulto fonge, se desvanecía.


La paz del bosque profundizábase en torno del fogón. El cristal de la noche vibraba con la reverberación de las estrellas, dispersando su claridad