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LA GUERRA GAUCHA

y cada heroísmo se le subía por el pecho en llamas sublimes; y de él emanaban en forma de jinetes para todos los rumbos sus ideas, hasta encararse con la muerte y hechizados por ella despeñarse entre relámpagos, torcidas de picar las espuelas, quebrados los sabores del freno, saltando — hup! — sobre las bayonetas en el frenesí de las supremas acometidas.


El país, hirviendo de montoneras, no mermaba su entusiasmo. Lejos de ello, la guerra desde las cumbres y los valles frígidos, devastaba los bosques, ensangrentaba aun el Chaco misterioso, sublevando sus tribus. Allá reclutaba combatientes embijados de ocre, con sus coletos de jaguar, sus mazas, sus saetas, sus cuchillos, forjados de una mandíbula de pez. Así se guerreó durante cuatro años.

Y sin armas. Dotábanlos con los desechos de la tropa regular, tercerolas sin cazoleta, averiadas fornituras, pólvora enmohecida. Los sables con ocho años de servicio, enastados en ramas brutas, mellados una y cien veces en la obra y amolados hasta volverse cuchillos. Bastantes hondas, muchos garrotes. Tal cual cañón de estaño ó de madera. Lazos, boleadoras. Los indios jugaban á la artillería derrocando peñones.