Página:La maestra normal.djvu/58

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
55
LA MAESTRA NORMAL


III

Los primeros días de Marzo, fueron para Solís de una tranquilidad perfecta. El clima, el aire, el paisaje de la ciudad, tenían una suavidad y una calma que hacían bien al cuerpo y al espíritu. Era casi imposible pensar, tener preocupaciones. Con el calor que se diría tangible y la sensualidad tropical que todo lo penetraba, la inteligencia se adormecía pesadamente. Solís pasaba las largas horas de calor, desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde, en un adormecimiento agradable y bienhechor, en un estado como de voluptuosa somnolencia. Era la vida vegetal, indispensable para su salud que había mejorado notablemente. Ya no tenía aquellos sudores abundantes que le molestaban por la noche; su fiebre comenzaba a desaparecer; comía con un apetito desconocido; sus sueños eran fáciles y apacibles. No sufría tampoco inquietudes de ninguna clase. Sus tristezas del primer día se borraron sin dejarle huella. Estaba contento, se sentía casi feliz. Solamente le desagradaba un poco su mediocre condición de maestro primario. En el ministerio le prometieron, al nombrarle, que cuanto antes le cambiarían su puesto por una o dos cátedras. Pero hasta ahora no llegaba la noticia que le afirmara en sus esperanzas. Mientras tanto, se veía obligado a estudiar, y algo más, quizá, de lo que soportaba su salud. Sin embargo se trataba de estudios sencillos, asignaturas que enseñó en otro tiempo y que, para ser recordadas, no le exigían un gran esfuerzo mental. Tenía a su cargo el cuarto grado y las clases se inauguraban el quince del mes. ¡Hacía tantos años que no ejercía la profesión! Estudiaba toda la mañana, hasta la hora de almorzar, sentado en su silla de hamaca, en el corredor. Era una hora de silencio y de paz. Los canarios alborozaban la