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LA MEDIA NARANJA

 
VI.

Conmovida con la apasionada declaración de Alfonso, sorprendida é indignada por la extraña interrupción de su diálogo amoroso, Clara, después de haber hecho por sus criados algunas averiguaciones acerca de la vecindad de la casa contigua á su jardin, y después de haber dado algunas instrucciones conducentes á la de aclaración del caso, entró en su elegante gabinete y se sentó junto á un velador donde lucia un quinqué con pantalla.

Su primer operación fué abrir con curiosidad el libro de poesías que tenía en la mano, después de admirar su primorosa encuadernación.

Sorprendióse al encontrar en la primera hoja una fotografía, que supuso del autor, y estuvo largo tiempo contemplando la noble y varonil hermosura de aquella fisonomía, revelando inteligencia, pasión y bondad.

No habia pasado muchas hojas del libro, cuando la violenta contracción de sus facciones, su ceño, su agitación, demostraban que habia sufrido una sorpresa grande, profunda y dolorosa.

En efecto: acababa de leer, casi sin creerlo, c por b la poesía mismísima que Alfonso le entregara como la expresión más pura y sincera de su alma, y asegurándola que la habia escrito con lágrimas en los ojos. Aquellos versos la habían penetrado en el corazón, y precisamente en el momento de su mayor credulidad; en el momento en que se libraba del tormento de la duda é iba á abandonarse á la dulzura de la fe y á la expansión de sus afectos, aquellos versos impresos en el libro la revelaban la