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ANTONIO CASERO

de mal agüero y capaces son de embrujar la casa y de que no lleguemos a poner la bandera de la obra con felicidad.


SEÑOR MATÍAS

Dicen que como están en rústica, les hace falta «pasta». (Dinero.)


ANTONIO

(Saca un billete de la cartera y dándoselo a Matias.) Tome usté.


SEÑOR MATÍAS

¿Un billete?


ANTONIO

Sí, un billete; que se lo gasten a sus anchas, y fíjese usté bien: dígalas que es el último que tiro al arroyo. (En este momento Carmen, que iba a salir, se detiene y se oculta para escuchar.) Que esa pobre santa que tengo por mujer ha sufrió mucho por mi. (Carmen asintiendo.) Que los celos acabaron con su juventud y las lágrimas nublaron sus ojos: que ya es hora que me entregue a ella en cuerpo y alma, a ella, que fué la que me quiso cuando yo era un oficialillo d'albañil, y ella una obrerilla más hermosa que un sol, y más bonita que un capullo tempranero: dígalas a esas... malas mujeres, que está bien la cosa, que ya fueron muchas locuras las mías, y, que mi pobre mártir s'ha quedao ciega de tanto llorar por mí: que vayan benditas de Dios; que me dejen en paz, y que tengan