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mos, con nuestras mezquinas ambiciones y nuestros ridículos afanes, en presencia de las grandes fuerzas de la Naturaleza! ¿Conoce usted bien á Juan Pablo?

Ya lo creo! To he estudiado con el auxilio de Carlyle.

Como si hubiese usted remontado el curso del río hasta dar en el lago de donde nace. Juan Pablo hace una observación curiosa pero profunda: la de que la prueba principal de la grandeza del hombre es la percepción de su propia pequeñez. Y la verdad es que ésta nos da el poder de comparación y de apreciación, que es, en sí mismo, una prueba de nobleza. Cualquier página de Richter nos proporciona gran cantidad de alimento para las ideas. ¿Lleva usted consigo su revólver?

—No tengo más que mi bastón.

—Es muy posible que necesitemos algo por el estilo, si damos con la guarida. A usted lo dejaré entenderse con Jonathan; pero si el otro viene con alguna maldad, yo lo tiendo de um balazodos Diciendo esto, sacó su revólver, le puso cápsulas, y se lo guardó otra vez en el bolsillo derecho de su saco.

Durante nuestra conversación nos había llcvado Toby, siempre en dirección á la metrópolí,