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El fin del isleño.

Nuestra comida fué muy alegre. Cuando Holmes quería hablar lo hacía admirablemente, y esa noche quiso hablar. Parecía hallarse en un estado de exaltación nerviosa, y yo no lo había visto nunca tan decidor. Trató numerosos temas, comedias y dramas, vasos medioevales, violines de Stradivarius, el budismo en Ceylán y los futuros buques de guerra, manejándolos todos como si cada uno de ellos hubiera hecho un estudio especial. En su excelente humor de esa noche se veía la reacción sobre sombría depresión de los días anteriores.

Athelney Jones, por su parte, demostró ser hombre de sociedad en sus ratos de ocio, é hizo frente á la comida con toda la habilidad de un bon vivant. En cuanto á mí, me sentía dichoso