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Of el ruido del carruaje—me dijo,—pero creí que fuese la señora Forrester, que regresara más temprano. Nunca habría soñado que fuese usted. ¿Qué noticias me trae usted?

—Traigo algo más que noticias—le dije, poniendo el cofre sobre una mesa y hablando en tono jovial y despreocupado, por más que mi corazón palpitara fuertemente.—Le he traido algo que vale más que todas las noticias del mundo, una fortuna.

La joven miró el cofre de hierro.

Entonces, ese es el tesoro?preguntó con bastante frialdad.

—Sí; este es el gran tesoro de Agra: la mitad es de usted y la otra mitad de Tadeo Sholto. A cada uno le tocan más de un millón de pesos.

¡Imagínese usted! Una renta anual de cincuenta mil pesos. En Inglaterra hay pocas señoritas más ricas. ¿No cree usted que esto es grandioso?

Supongo que me propasé en mis señales de gozo, y que ella vió algo raro en mis felicitaciones, pues se puso á mirarme con curiosidad alzando ligeramente los ojos.

—Si ese tesoro está hoy en mi poder, á usted se lo debo me dijo.

—No, no—le contesté yo.—No á mí, sino á mi amigo Sherlock Holmes. Con la mejor voluntad del mundo, nunca habría podido yo dar con