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chas más cosas que á mí. La ventana del cuarto de Bartolomé es aquella donde da la luna. Los vidrios brillan, pero no me parece que haya luz en el interior.

No la hay—dijo Holmes; — pero por esa otra ventanita de junto á la puerta veo salir un rayo de luz.

¡Ah! Ese es el cuarto del ama de llaves, de la señora Bernstone. Ella nos dirá lo que hay.

Tal vez ustedes no tengan inconveniente en esperar aquí uno ó dos minutos, pues, si entramos todos juntos, como ella tampoco sabía que ibamos á venir, la presencia de ustedes podría alarmarla. Pero i chut! ¿qué es eso?

—Alzó el farol, y lo agitó formando círculos de luz en derredor nuestro. La señorita Morstan me tomó del brazo, y todos permanecimos silenciosos, los corazones sobresaltados, el oido en acecho. Del enorme y negruzco edificio se escapaban, en el silencio de la noche, tristes y lastimeros lamentos; era el continuo ay, entrecortado y agudo, de una mujer presa del terror.

—Esa es la señora Bernstone—dijo Sholto.No hay más mujer que ella en la casa. Espérenme aquí. Vuelvo al instante.

Se dirigió apresuradamente hacia la puerta, y llamó á ella con su toque especial. Desde donde éstabamos pudimos ver que una mujer