No es mi ánimo escribir un catecismo
de doctrina cristiana, ni un compendio
de la historia de la Relijion; de
esta clase de obritas no faltan; solo me
he propuesto llenar un vacío, que se
halla en la enseñanza de los niños. Se los
instruye por medio del catecismo en los
rudimentos de la Relijion, y se les hace
decorar su historia, pero no se llama
bastante su atencion sobre los
fundamentos de las verdades que aprenden,
y así es que al salir de la escuela para
entrar en una sociedad distraida y
disipada, cuando no incrédula ó
indiferente, no encuentran en su
entendimiento las luces que podrian servirles para
sostenerlos en las creencias de nuestra
Relijion sacrosanta. Abundan por
desgracia los hombres superficiales que
hablando de lo que no entienden, tornan
por objeto predilecto de sus pláticas el