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mos con nuestros ojos, que la Relijion enseñada por Jesucristo dura todavía, ocupando una gran parte de la tierra; nadie pone en dispata que Jesucristo era un hombre de condición humilde y pobre, que lo mismo eran los apóstoles, y que para el planteo y propagación de la Relijion cristiana, no se hizo uso de la fuerza de las armas; pues no creo que nadie haya dicho jamás, que Jesucristo ni sus apóstoles fueran conquistadores; por fin nadie puede negar que los preceptos y consejos de la Relijion cristiana están en lucha abierta con nuestra pasiones, que las contrarían á cada paso, exijiéndonos con frecuencia sacrificios harto dolorosos á nuestro corazón. Sentados estos hechos todos incontestables, todos al alcance de todo el mundo, emplearé el argumento de san Agustín. El cambiar la faz del universo, logrando que sin fuerza, sin armas, sin violencia de ninguna clase, se alistaran en la Relijion cristiana personas de todas edades, sexos y condiciones; ancia-