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Plutarco.—Las vidas paralelas.

nada á las costumbres de los de la plaza, y ántes mirando con sospecha á todos los dependientes, pregoneros, prepósitos de la subasla, y áun á los amigos. Finalmente, bablando en particular á los postores y animando á cada uno, de esta manera vendió la mayor parte de los efectos; con lo que disgustó á los demas amigos, visto que no hacía confianza de ellos; y en el más íntimo de todos, que era Munacio, encendió un encono casi implacable; tanto, que César para escribir un libro contra Caton fué esta parte la que le dió materia abundante para sus amargas invectivas.

Munacio, sin embargo, escribe que su enojo no nacióde la desconfianza de Caton, sino por parte de éste de cierto olvido y frialdad para con él, y por su parte de celos y emulacion de Canidio; porque tambien Munacio dió á luz un eserito sobre Caton, que fué el que principalmente siguió Traseas. Dice, pues, que él llegó el último á Chipre, donde se puso muy poco cuidado en su hospedaje; que presentándose á la puerta de la habitacion de Caton, se le hizo retirar por estar Caton ocupado en hacer unos fardos con Canidio; y que habiéndose quejado de todo con moderacion, habia recibido una no moderada respuesta, á saber:

que corria peligro, no saliese cierta aquella máxima de Teofrasto, de que grande amor suele muchas veces ser causa de odio; «pues que tú mismo, dijo, te disgustas de que amando mucho no te se honra tanto como crees serle debido; y si me valgo de Canidio es por su inteligencia, y porque me inspira más confianza que otros, habiendo vencido conmigo desde el principio, y habiéndolo experimentado muy íntegro y puro.» Eslas cosas, que pasaron entre los dos solos, Calon las refirió á Canidia, y habiéndolo entendido Munacio, dejó de concurrir á cenar á casa de Cáton, y de acudir á darle consejo cuando era llamado; y amenazindole Calon que le tomaria prendas, como es costumbre exigirlas de los que no obedecen, se embarcó para el regreso sin hacer caso, y se mantuvo enojado por largo