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ALEJANDRO.

día del mes; y viéndole perplejo Alejandro, que daba grande importancia á las profecías, mandó que no se contara aquel por dia treinta, sino por dia tercero del término del mes: y haciendo señal con la trompeta, acometió á los muros con más ardor de lo que al principio habia pensado.

Fué violento el ataque, y como no se estuviesen ya quedos los del campamento, sino que acudiesen prontos á dar auxilio, desmayaron los Tírios, y tomó la ciudad en aquel mismo dia. Sitiaba despues á Gaza, ciudad la más populosa de la Siria, y le dió un yeson en el hombro, dejado caer desde lo alto por una ave, la cual, posándose sobre una de las máquinas, se enredó sin poderlo evitar en una de las redes de nervios que servían de cabos para el manejo de las cuerdas; y esta señal tuvo el término que predijo Aristandro: porque fué berido Alejandro en un hombro, y tomó la ciudad. Envió gran parte de los despojos á Olimpiada, y á Cleopatra y á sus amigos, y remitió al mismo tiempo á su ayo Leonidas quinientos talentos de incienso y ciento de mirra en recuerdo de una esperanza que le hizo concebir en su puericia; porque, segun parece, como en un sacrificio hubiese cogido Alejandro y echado en el ara una almorzada de perfumes, le dijo Leonidas: «Cuando domines la tierra que lleva los aromas, entonces sahumarás con profusion: ahora es menester conducirse con parsimonia.»» Escribióle, pues, Alejandro: «Te envio incienso y mirra en grande abundancia para que en adelante no andes escaso con los dioses.» Habiéndole presentado una cajita, que pareció la cosa más preciosa y rara de todas á los que recibian las joyas y demas equipajes de Darío, preguntó á sus amigos qué sería lo más preciado y curioso que podria guardarse en ella. Respondieron unos una cosa y otros otra, y él dijo que en aquella caja iba á colocar y tener defendida la Illada; de lo que dan testimonio muchos escritores fidedignos. Y si es verdad lo que dicen los de Alejandría sobro TOMO IV.

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