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DEMOSTENES.

Las ciudades, inflamadas otra vez por Demóstenes, se sublevaron; y áun los Tebanos acometieron á la guarnicion con muerte de muchos, siendo Demóstenes quien les proporcionó las armas; y los Atenienses se preparaban para hacer la guerra con ellos. Ocupó con este objeto la tribuna Demóstenes, y escribió á los generales del Rey en Asia para suscitar allí guerra á Alejandro, á quien trataba de muchacho y de atolondrado. Mas cuando, dejando arregladas las cosas de su reino, invadió en persona con grandes fuerzas la Beocia, se cortó ya toda aquella arrogancia de 108 Atenienses, y el mismo Demóstenes se quedó parado; con lo que los Tebanos, abandonados cobardemente de ellos, pelearon solos y perdieron su ciudad. Movióse con esto grande alboroto en Atenas, y se resolvió enviar å Demostenes. Nombrado, pues, embajador con otros cerca de Alejandro, como temiese su enojo, retrocedió desde el Citeron, desertando de la embajada. Entonces Alejandro reclamo de los Atenienses que le enviaran diez de los demagogos, segun Idomeneo y Duris; ú ocho, segun los más acreditados escritores de aquel tiempo, y fueron Demóstenes, Polieucto, Efialtes, Licurgo, Mirocles, Damon, Calistenes y Caridemo. Con esta ocasion refirió Demóstenes la fábula de las ovejas que entregaron los perros á los lobos; atribuyéndose á sí mismo y á los otros demagogos ser los perros que defendian al pueblo, y viniendo á llamar lobo á Alejandro de Macedonia. «Vemos, añadió, que los mercaderes cuando presentan muestra del trigo en una escudilla, en aquellos pocos granos venden muchas fanegas, y vosotros no advertís que en nosotros suis entregados todos:» siendo Aristóbulo de Casandrea el que refirió estas particularidades. Conferencióse sobre este asunto; y hallándose en gran perplejidad los Atenienses, tomó Demades de los reclamados cinco talentos, y se ofreció á ir en embajada y pedir al Rey por ellos; bien fuera porque conflase en su amistad, ó bien porque esperase encontrarle