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Plutarco.—Las vidas paralelas.

demas cosas que le componian, para hacer así patente la grandeza de su imperio, y que dominaban la tierra.

Como la entrada en Persia fuese dificil por la aspereza del terreno, y estuviese defendida por los más alentados y fieles de sus naturales, pues Darío se habia acogido á ella, tuvo por guía, para dar cierto rodeo, que no fué tampoco muy largo, á un hombre instruido en ambas lenguas; por cuanto su padre era Licio y su madre Persiana. Dícese que siendo todavía niño Alejandro, la Pitia profetizó que un Licio le serviria de guia en su expedicion contra los Persas.

Fué grande la mortandad que se dice haber tenido allf lugar de los que cayeron cautivos; porque escribe el mismo que creyendo hallar en esto ventaja habia dado órden de que se diera muerte á los enemigos; que en dinero encontró tanta cantidad como en Susa, y todos los demas efectos y riquezas fueron carga de diez mil yuntas de mulas y de cinco mil camellos. Habiendo visto una estatua colosal de Jerges, derribada sin reparar al suelo por la multitud que habia penetrado al palacio, se paró, y saludándola como si estuviese animada: «¿A qué me determinaré, le dijo, á dejarte en tierra por tu expedicion contra los Griegos, ó á levantarte por tu grandeza de ánimo y otras virtudes?» Y al cabo, habiendo estado por un rato pensando entre si, pasó de largo sin hablar más palabra. Queriendo que el ejército se repusiese, pues era entonces la estacion de invierno, se detuvo allí cuatro meses; y se dice que estando sentado por la primera vez en el trono régio bajo un dosel de oro, Demarato de Corinto, hombre que le amaba, continuándole la amistad que babia tenido con su padre, se echó á llorar, como sucede á los ancianos, y exclamó en esta forma: «¡De qué placer tan grande se han privado aquellos Griegos que han muerto ántes de haber visto á Alejandro sentado en el trono de Dario!» De allí á poco, estando ya para mover contra Darfo, sucedió que, condescendiendo con sus amigos en un ban-