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Página:Lopez Nuestra tierra.djvu/157

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do un salvavidas, se dirige hacia la borda para ceñírselo y saltar al agua. Es buen nadador y espera salvarse. Pe- ro ante él, una señora, con la desesperación pintada en el rostro, sin proferir una queja, espera aterrada y con- vencida, sin duda, de la inutilidad de toda tentativa. Viale se detiene. .. aquella señora es madre, y, por lo tan- to, su vida es más necesaria que la de él... ¿La dejará perecer?... Su conciencia se rebela ante la cruel interro- gación. No hay tiempo que perder, Viale ha tomado una resolución:' rápido como el pensamiento, entrega el sal- vavidas a la señora de Marcó del Pont, diciéndole: sál- vese usted, señora.

Y, llena el alma de satisfacción, después de consumado el propio sacrificio, cruza los brazos sobre el pecho y espera la muerte...

Entre los náufragos del vapor América recogidos con vida, estaba la joven señora salvada por Viale; el cadáver de éste jamás apareció. ...

Pero si perdió la existencia en tan heroico y generoso arranque, ganó en el corazón de su pueblo el derecho a ser colocado entre los héroes que realizan el sacrificio de su vida con la sencillez del que cumple un deber de hu- manidad.