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Página:Lopez Nuestra tierra.djvu/252

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tuídos por la voluntad o el capricho de los gobernantes, convirtiéndose éstos por tal razón en tiranos.

Varias provincias fueron así gobernadas por caudillos, hombres sin ilustración, que subían al gobierno por astu- cia, manteniéndose en él merced al terror que infundían con sus actos brutales.

No sé si han oído hablar ustedes de don Juan Manuel de Rosas, llamado el tirano argentino, porque no gober- naba de acuerdo con las leyes y la justicia, sino según su capricho.

Pues bien, Rosas no sólo tiranizó a su pueblo sino que lo hizo pasar por una época vergonzosa, en que la libertad desapareció casi por completo. No solamente desterró e hizo matar gran número de hombres notables que traba- jaban por el restablecimiento de la libertad y del derecho, sino que quiso someter a su capricho la voluntad de los ciudadanos aun en cosas insignificantes. Prohibió, por ejemplo, el uso del color celeste y ordenó en cambio que se usara el rojo. Si alguna familia tenía la vajilla de mesa listada de aquel color o celestes los lazos de las colga- duras, las colchas, o las alfombras, era señalada como traidora, peligrando desde ese momento su tranquilidad. Rosas se servía de espías y salteadores que, descono- ciendo el derecho de cada uno, se introducían en las ca- sas a cualquier hora del día o de la noche, rompían cuanto objeto ostentara el color aborrecido del tirano, azotaban a las mujeres y niños y degollaban a los hom- bres o los encerraban en inmundas cárceles. Con decir que Rosas llegó a cambiar el celeste por el rojo en los emble-