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Página:Lopez Nuestra tierra.djvu/259

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— Al fin y al cabo — observó Ramón —no se trataba de un viaje tan largo... —

— Verdad — dijo la tía — que hoy, ir de Tucumán a Buenos Aires es asunto de poco más de un día; pero en aquellos tiempos...

— Sigue el cuento, tía, ¿quieres? — rogó Alicia, cuyos grandes ojos negros reflejaban el más vivo interés.


Una parada en pleno campo para pasar la noche.

— Prosigo — dijo la complaciente narradora. —«A la oración, continuó mi abuelo, nos detuvimos a orillas del río Valderramas. Desuncidos los bueyes y desensillados los caballos, empezaron los preparativos de la cena; en tanto que los peones encendían una buena fogata, los pasajeros sacaban las provisiones de sus maletas, y al poco rato todos saboreábamos un buen trozo de cabrito al asador, al que siguieron el queso y los dulces caseros.