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Chichí estuvo, no tres días, sino tres semanas en el Hos- pital de niños; y sin embargo, su humor cambió total- mente, tanto que la pobre madre no sentía ya esa pena horrible cada vez que, después de una corta visita, debía retirarse; porque Chichí era feliz en su camita, donde casi todos los días iba a verla su gran amigo, con el que se dejaba curar casi sin llorar, porque sabía decirle pala- bras muy dulces y le llevaba siempre alguna sorpresa en los bolsillos. La chica acabó por llamarlo el doctor Bueno y el nombre pareció agradar a los demás niños del hos- pital, quienes así que lo veían cruzar el jardín en dirección a la sala, exclamaban con júbilo: «¡Ahí está! ¡Ahí viene el doctor Bueno! Chichí.»
“Quien sabía conquistar así el corazón de los niños, era el doctor Ricardo Gutiérrez, fundador del hospital en que Chichí se asistía. Amaba tanto a la infancia que concluyó por dedicarse exclusivamente y con sin igual cariño a ali- viar los sufrimientos de millares de niños.
Muchas madres, a cuyos hijos salvó la vida, recordarán siempre con cariño al gran médico argentino de alma grande y corazón sencillo que supo, a la vez que curar los males de esos débiles cuerpecitos, alegrar sus almas hablándoles el lenguaje que ellos pueden comprender y presentándose como su mejor amigo.
Ricardo Gutiérrez fué también poeta, y sus obras están llenas de sentimiento y amor hacia la humanidad.
