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— 97 — llevar las cuentas de lo que se ganaba y de lo que se debía en la casa, cuentas que él sólo hubiera podido hacer contando con los dedos, como acostumbran hacerlo los ignorantes.

«Un día, Matías pidió a su papá que lo sacara de la escuela y le permitiera trabajar a su lado. El labrador, que soñaba con que su hijo fuera algún día comerciante o abo- gado, se opuso, diciendo que mientras él viviera, su hijo no carecería de lo más necesario y que haría los mayores sacri- ficios para darle instrucción; pero el niño pidió y rogó día tras día, hasta que su padre se dejó convencer y consintió que Matías tomara parte en las labores de la chacra.

«La colonia donde trabajaba el padre de Matías perte- necía a un señor muy rico de Buenos Aires. A su llega- da de Italia, el labrador ingresó como simple peón en esa chacra; pero después de algunos años, contando ya con unos pocos pesos ahorrados, habíala tomado en arrenda- miento y sembraba, ayudado de varios peones, maíz, lino, alpiste y alfalfa.

«Nacido y criado en las colonias, Matías conocía per- fectamente las diversas faenas que en ellas se efectúan todos los años. Sabía que a la entrada del invierno se pre- para la tierra por medio del arado y la rastra, que luego se abre surcos y arroja en ellos las semillas, cubriéndolas en seguida con una ligera capa de tierra. El no podía pen- sar aún en tomar gran participación en esos trabajos, pues requieren cierta práctica y más fuerzas de las que puede tener un niño de doce años. Pero en cambio, cuando las plantas estaban ya crecidas, se dedicaba a arrancar las hierbas inútiles que crecían entre ellas.