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vuelta del país de las manzanas, convidan con chicha de esta fruta, fuerte y olorosa. Para tenerla fiesta en paz, dejan las armas guardadas.

Tal vez suena la tambora araucana, tal vez el caracol de mar patagón, á cuyos sones los jugadores de pilma se reunen en la plaza de Nahuelhuapí. Los campeones trazan un ancho circulo en el suelo, y entrando en él, divídense en dos bandos opuestos y fronteros. Los de un bando llevan una pelota en la mano derecha, los de otro en la mano izquierda arrojándola cada cual por atrás, de suerte que la pelota vaya á salir por delante, levantando la pierna derecha ó izquierda, según la mano, y enviando el proyectil á su adversario, á condición de que le dé en el cuerpo, so pena de perder un tanto. De ahí mil lances y esguinces para evitar los golpes. Cuando sucede que uno ha recibido el pelotazo, tiene que tomar la pelota y puede desquitarse, lanzándola al contrincante con las mismas condiciones. Es un juego muy movido que sólo cesa cuando el cansancio paraliza los brazos.

Acabada la pilma, vienen los campeones de la chueca, que es al modo del mallo español ó golf inglés, en que dos cuadrillas rivales pelean sobre llevar cada una la bola hacia su raya, y á cuatro ó seis rayas se acabó el juego, que suele durar una tarde.