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cabeza á Pero Sancho, estando aún en la rada de Valparaíso el gobernador Valdivia.

Digna de contarse es esta escapada de Valdivia.

Es el caso que Gonzalo Pizarro, en armas contra el rey, había nombrado nuevo gobernador de Chile, y sabiéndolo Valdivia y que el presidente La Gasca le llamaba á defender los derechos de la Corona, halló más acertado ir al Perú y asegurar su Gobierno.

A este fin, fingió enviar su maestre de campo Villagra, á quien acompañó á Valparaíso. Aquí se le presentaron unos mercaderes pidiéndole licencia para abandonar la tierra. Valdivia se la dió, mostrándose penoso porque se iban de Chile; pero tras la despedida, se metió en un batel con sus amigos de más confianza y se pasó al navío que tenían aparejado los mercaderes y en el que iban 90.000 pesos en oro. El trompeta de Valdivia, viendo que el navío se daba á la vela, conociendo el engaño, tocó el clarín y siguió con este cantar, principio de algún romance:

Cátalo vá, Juanica, cátalo vá;
el oro se lleva, tarde volverá. ¡Cátalo vá!

Para consolar á los mercaderes, les dejó Valdivia un papel escrito, en que les decía que tuviesen