LXXIV. En el distrito de Tebas se ven ciertas serpientes
divinas, nada dañosas á los hombres[1], pequeñas i en
el tamaño, que llevan dos cuernecillos en la parte más alta
de la cabeza . Almorir se las entierra en el templo mismo
de Júpiter , á cuyo númen y tutela se las cree dedicadas.
LXXV. Otra casta hay de sierpes aladas, sobre las cuales queriéndome informar hice mi viaje a un punto de la Ara bia situado no lejos de Butona . Llegado alli (no se crea exageracion), vi tal copia de huesos y de espinas de ser pientes cual no alcanzo á ponderar. Veianse alli vastos montones de osamentas, aqui otros no tan grandes, más allá otros menores, pero muchos y numerosos . Este sitio , osario de tantos esqueletos, es una especie de quebrada es trecha de los montes , y como un puerto que domina una gran llanura confinante con las campiñas del Egipto. Aquella carniceria se explica diciendo que al abrirse la primavera acuden las serpientes aladas desde la Arabia al Egipto[2], y que las aves que llaman ibis les salen al encuentro desde luego a la entradadel país , negándoles el paso , y acaban con todas ellas. A este servicio que las ibis prestan á los Egip . cios , atribuyen los Arabes la estima y veneracion en que los tienen aquellos naturales , y esta es la razon que dan los Egipcios mismos del honor que le tributan .
LXXVI. El ibis es una ave negra por extremo en su color , en las piernas semejante á la grulla, con el pico sumamente encorvado, del tamaño del cres ó ayron . Esta es la figura de las ibis negras que pelean con las sierpes; pero otra es la de las ibis domésticas que se dejan ver á cada paso , que tienen la cabeza y cuello pelado, y blanco el color de sus alas, bien que las extremidades de ellas, su