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dirigida por un consejo general y seis particulares que debian prevenir la guerra. Este proyecto nu pasó del papel en que fué escrito.
El abate Saint-Pierre formó un plan para la paz perpétua que no exigía una nueva organización de los estados, admitiendo los existentes tales cuales eran. La ley no impera sobre los estados como so- bre los individuos, decía, porque estos viven en sociedad y aquellos en el aislamiento; fórmese una Confederación Europea, dividanse los poderes y se conciliarán todas las aspiraciones.—Se juzgó este proyecto como «los sueños de un hombre de bien», y Federico de Prusia lo ridiculizó diciendo que para ejecutarlo solo se requeria el acuerdo de toda la Europa y alguna que otra bagatela.
Rousseau popularizó la idea de la paz perpétua y sostuvo el proyecto de Saint-Pierre. Bentham la quiso organizar sobre su principio utilitario y pro- ponía crear un juez supremo. Kant indicó la forma- ción de un Congreso permanente de Naciones, y Fitche apoyó estos principios.
Tales ensayos prueban, que aunque sin resultado por ahora, la paz perpétua es una aspiración univer- sal, una manifestación del amor al bien.
