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130. Respeto y amor á Dios. —El hombre es el único sér capaz de conocer á Dios, de amarle y de obedecer libremente sus leyes. Esta excelencia de su natura- leza le impone 'para con Dios deberes directos cuyo cumplimiento eleva y dignifica su vida moral.
Si pensamos en la esencia infinita de Dios, dice Cousin, si nos penetramos de su inmenso poder, re- cordaremos que la ley moral expresa su voluntad y que ha unido al cumplimiento ó violación de esta ley, recompensas ó castigos de los cuales dispone con una justicia inflexible. A la idea de semejante grandeza nadie puede reprimir una emoción de res- peto y de temor.
Si consideramos después queese Sér todopoderoso ha tenido á bien crearnos, á nosotros, de quién nin- guna necesidad tenia; y que al crearnos nos ha col- mado de beneficios, que nos ha dado este admirable universo para gozar de sus bellezas siempre nuevas, la sociedad para engrandecer nuestra vida con la de nuestros semejantes, la razón para pensar, el co- razón para sentir y la libertad para obrar; sin desa- parecer el respeto ni el temor, se unirá á estos dos sentimientos otro más dulce: el del amor.
131. Adoración. —El respeto y el amor componen la adoración. La adoración verdadera no puede exis- tir sin uno ú otro de estos dos sentimientos. Si no considerais más que al Dios todopoderoso, señor del
