crearme oyendo el encantador murmullo de la Historia viva, fresca, brotando de su nativo manantial. Doña Isabel, animándose con el renovar de añejas memorias, á cada instante tomaba más gusto á sus cuentos, por el propio sabor de ellos y por la conciencia que tenía la narradora de su gracioso contar. Verdad que de los asuntos que iban saliendo, ella escogía los de su conveniencia y mayor agrado, desechando los que la enfadaban, ó los que por tener espinas no podían pasar sin dolor de su pensamiento á sus labios. Al fin, sintetizando ya los pasajes alegres y dolorosos que había contado, y como queriendo engarzar con un hilo de oro las buenas y las malas venturas, dijo estas palabras que en mi mente conservo bien grabadas: "Yo tengo todos los defectos de mi raza, lo reconozco; pero también algunas de sus virtudes.„
Otro día nos dió más referencias interesantes de cosas y personas, y esclareció algún suceso desvirtuado por la pasión. Inclinado su ánimo al pesimismo, vimos nublarse su rostro y empañarse el azul de sus ojos. "Sé que lo he hecho muy mal: no quiero ni debo rebelarme contra las críticas acerbas de mi reinado... Pero no ha sido mía toda la culpa, no ha sido mía...„ Acudió León y Castillo á dar consuelo al espí-