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B. PÉREZ GALDÓS

hemos cultivado con esmero, al aire libre y en estufa, y dádole más fuerza y extensión para que nos atormente á todos por igual y sin que ningún nacido se escape? Finalmente, en descargo de aquella edad, reconozcamos como obra exclusiva de la nuestra este mal inmenso metido en lo más hondo de nuestra naturaleza, al cual llamamos crudamente y sin atenuación la frescura nacional. La imagen de esta generación, principalmente en la parte de ella que habita en las grandes ciudades, se nos representa alzando los hombros y alargando el labio inferior para expresar el supremo desdén de todas las cosas. ¿Se nos van los territorios de América y Üceanía? Bueno. ¿Se estanca la riqueza; pierde la mitad casi de su valor nuestra moneda; nos cierran las naciones modernas el camino de Africa, fundadas en el vergonzoso abandono de nuestra política internacional? Bien; todo está bien... Vivimos y vegetamos sin prever el fln de nuestras desdichas, heredadas las unas, de creación reciente las otras.

Paltas añejas, faltas recientes, nos han traído á esta situación. Debilitado el ideal patrio, debilitada la fe en la Monarquía, la fe en la República, queda tan sólo la esperanza en una nueva fe, que surja del fondo social acabando con la indiferencia y el caciquismo, con el autonomismo personal, y con la depravada caterva de frescos y chistosos. Los problemas que enardecían á los hombres en otro tiempo, pasaron y se des-