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ANGÉLICA MENDOZA

Si analizamos en general la situación que vivimos, constatamos, la existencia de una unión exclusivista de un hombre y una mujer y que constituyen el matrimo- nio monogámico. La experiencia nos demuestra que el exclusivismo se hace siempre a costa de la mujer; el hombre es, sexualmente libre.

¿Por qué? Porque desde su pubertad goza de libertad sexual y la practica a diestro y siniestro. La mujer de- be aguardar el matrimonio al que lleva como tributo su virginidad. ¿A beneficio de qué? A beneficio de ase- gurar la legitimidad de la descendencia del hombre que es su marido. No todas las mujeres se casan. Pero no importa; las vírgenes deben de serlo hasta la muerte, contrariando su naturaleza orgánica y a costa de su in- felicidad. La sociedad ha creado prohibiciones tales so- bre ese asunto, que la mujer ha debido vivir su exis- tencia en perpetua esclavitud de sexo. La guerra ha traído una consecuencia en estas cuestiones; si bien no se destruyeron esas prohibiciones, la mujer de acuerdo con el hombre, empezó a burlarlas y a entregarse al amor sexual fuera del matrimonio. La juventud europea y americana es una demostración al respecto. No ha- blemos de Rusia, ya que allí, al fin se ha llegado a res- petar la vida con el ejercicio de todas sus exigencias.

La unión meonogámica ha existido en todo el período que en la historia constituye la civilización. Ahora bien, correlativa a esa forma de matrimonio se ha desenvuelto y enriquecido, la prostitución.

¿Qué es prostitución? La venta con salario en dinero, o especie, de la unión sexual. La relación sexual extra-

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