Por real orden de 31 de Diciembre de 1786, comunicada al virrey Croix, se prohibieron los vítores en la elección de abadesa; pero maldito el caso que de la regia prohibición hicieron las monjitas de Lima.
Las coplas de los monasterios son notables por la agudeza y sal criolla. Sentimos haber olvidado muchos vítores, muy graciosos que, hace ya fecha, oímos recitar á una vieja.
Sin embargo, no queremos dejar en el tintero un par de villancicos que en ciertas fiestas se cantaban en los claustros.
Las clarisas tenían éste:
Vítor, vítor las llagas
de nuestro padre San Francisco!
¡una, dos, tres, cuatro y cinco!
Y las muchachas contestaban en coro:
Alegrémonos, alegrémonos,
porque es bien que nos alegremos.
El de las monjas trinitarias no era menos original. Decía así:
San Bernardo no come escabeche,
ni bebe Campeche,
porque es amigo de la leche.
A lo que contestaba el coro:
Al glorioso mamón
digámosle todas Kyrieleysón.
De los conventos de monjas pasaron los vítores á los conventos de frailes. En éstos se albergaba también gran población masculina. Abundancia de redondillas y décimas, escritas con añil ó almagre, aparecían en las paredes inmediatas á la celda del nuevo prelado; y los devotos, cuyo número aumentaba con el de la gente de la ciudad que traspasaba los umbrales de la