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Ricardo Palma

De este ayer, que tanto le place, heredó Ricardo Palma muchas ideas y no pocos sentimientos. Mas se equivocaría quien juzgase que en él, ó dígase en su obra principal, que son las Tradiciones, no haya de aparecer á lo mejor la levadura que se encuentra en casi todos los poetas y escritores en prosa americanos, levadura que, sin tratar de ofenderles en lo más mínimo, tiene un dejo muy anticuado, puesto que, en los escritores europeos racionalistas, hace años ha tomado carácter muy diferente, animada con todo por las mismas prevenciones, por las mismas antipatías y por los mismos odios. Aludimos con esto á que en los escritos de Palma asoma, en repetidos casos, el volterianismo, ya no sólo por medio de pullas y censuras á los ministros de la Iglesia católica, sino á la propia Iglesia; ya con conceptos que probablemente hubiera condenado el Tribunal de la Inquisición; ya con diatribas enderezadas contra este Tribunal y contra prácticas eclesiásticas, sin distinguir bastante de tiempos y sin comprender cuánta importancia política, aparte de la religiosa, tenía en aquellos siglos y en aquellos países el firme mantenimiento de la unidad de la fe. Estos escarceos no imprimen, sin embargo, carácler al conjunto de las narraciones de Ricardo Palma.

Los méritos literarios de las Tradiciones justifican la reputación que, como eximio escritor, tiene adquirida Ricardo Palna en América, y la que le conceden los críticos curopeos que conocen sus producciones. Nada de él habíamos leído antes, ni siquiera tuvimos ocasión de conocerlo personalmente cuando, hace tres años, estuvo en España, enviado por su gobierno para representarlo en los Congresos y fiestas del cuarto centenario del descubrimiento de América por Colón; mas la lectura de sus libros basta y sobra para que juzguemos muy merecidos los elogios que se le han tributado. Como son muchas en número las narraciones que forman la colección, ha de haber forzosamente entre ellas algunas que se adelantan á otras en interés, por el colorido local y de época. Todas, no obstante, con levísimas excepciones, se leen con gusto por la facilidad con que están escrilas, por la donosura de la dicción que trasciende á los buenos tiempos del habla castellana, y por la riqueza y fuerza gráfica del estilo. Palma escribe como correcto

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