literario, sin penetrar, en la esencia de las cosas mismas, son juguetes históricos que entretienen la curiosidad, pero que nada enseñan. El paralelismo de San Martín y Bolívar está en su obra, y su respectiva grandeza no puede medirse por el compás del geómetra ni por las etapas del caballo de Alenjandro, al través del continente que recorrieron en direcciones opuestas y convergentes. Se ha dicho, con más retórica que propiedad, que para determinar la grandeza relativa de los dos héroes americanos, sería necesario medir antes el Amazonas y los Andes. El Amazonas y los Andes están medidos, y las estaturas históricas de San Martín y Bolívar también, así en la vida, como acostados en la tumba. Los dos son intrínsicamente grandes en su escala, más por su obra común que por sí mismos; más como libertadores que como hombres de pensamiento. Su doble influencia se prolonga en los hechos de que fueron autores ó agentes, y vive y obra en su posteridad. Hasta ahora, el tiempo que aquilata las acciones por sus resultados, dando á Bolívar la corona del triunfo final, ha dado á San Martín la de primer Capitán del Nuevo Mundo, y la obra de la hegemonía por él representada vive en las autonomías que fundó, aunque no como lo imaginara, mientras el gran imperio republicano de Bolívar y la unificación monocrática de la América, se hizo en vida y se ha disipado como un sueño. Si se compara la ecuación personal de los dos libertadores, vése que San Martín es un genio concreto con más cálculo que inspiración, y Bolívar un genio desequilibrado, con más instinto y más imaginación que previsión y método. Si la conciencia sud-americana adoptase el culto de los héroes, preconizado por una moderna escuela histórica, resurrección de los semi-dioses de la antigüedad, adoptaría por símbolos los nombres de San Martín y de Bolívar, con todas sus deficiencias, como hombres, con todos sus errores como políticos.»
Con admirable acierto y escrupuloso análisis pasa el señor Mitre, después del inspirado preámbulo que acabamos de copiar, á ocuparse de la conferencia de Guayaquil que, hasta aquí, se nos presentaba rodeada de misterios y de accidentes caprichosos. Lo que pasó, y aun lo que no pasó, está relatado