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Abr. 1829.
SENO FRANKLIN - PICO KATER.

de ellas habría destruido nuestro bote, por lo que estuve contento de cruzar el seno sin estar dentro de su alcance. Regresamos por el lado oeste de isla Jerdán, donde hay calas que pueden dar refugio a una embarcación pequeña.

El seno que separa la isla Wollaston de la bahía San Francisco, lo llamé así por Sir John Franklin, y a la bahía que está al este del lugar en que desembarcamos, por el teniente Kendall, quien fue uno de los compañeros de Sir John Franklin en su último viaje a la costa noroeste de América.

En el punto oeste de puerto Kendall, observé una propiedad magnética en la roca, que es del mismo carácter que la de la isla Saddle. Weddel notó lo mismo en caleta Saint Martin; pero coloqué el compás en varios lugares de esa caleta, sin observar ninguna diferencia de las demarcaciones correctas. Esto fue, quizás, debido a que la roca estaba muy cubierta con tierra; ya que, siendo del mismo carácter que las otras en los sitios antes mencionados, debería tener un efecto similar.

Al día siguiente se establecieron vendavales del SO y tiempo brumoso, que nos limitaron casi a estar en el buque. Aprovechando los cortos intervalos de tiempo más moderado, subí al pico más alto del lado sur de la caleta, justo sobre nuestro fondeadero, llevando dos barómetros, uno hecho por Englefield, y el otro un barómetro de sifón, del proyecto de M. Gay Lussac, hecho por Bunten, de Paris. Me acompañó el Sr. Harrison, haciéndose cargo de un barómetro, mientras yo llevaba el otro. Mi timonel llevaba el teodolito. Al desembarcar, los barómetros fueron puestos al borde del agua y tomada su lectura. Entonces comenzamos a subir, pero el ascenso era tan vertiginosamente empinado que nos ofreció grandes obstáculos, y si no hubiese sido por un arroyo, por cuyo lecho subimos la primera parte, el ascenso, con instrumentos delicados, habría sido casi impracticable. Habíamos subido muy poco, cuando desafortunadamente el teodolito se le escapó a mi timonel, rodando por la quebrada, y fue muy dañado. Era excelente para el tránsito de las meridianas, y para ese propósito estaba irremediablemente dañado; pero, como teodolito, era aún útil. El primer tercio del ascenso,